domingo, 29 de septiembre de 2013

Palomas. Putas, putas palomas!

Si usted creía que no había ser más inservible, molesto y/o detestable que los cuatro sujetos que dicen ser la defensa de Boca Juniors, que las publicidades de youtube o la  modalidad de uso y los colores del windows 8 déjeme hacerle notar que está totalmente equivocado (creo). Podes odiar a las abejas, detestar a las vacas, colerizarte ante la presencia de un perro incluso, pero cada uno tiene una función elemental en el trascurso de la vida, sin embargo ¿Para que mierda sirve una paloma mas que para cagarnos la vida, muchas veces de modo literal? Entiendo que antes eran mensajeras, pero hoy en día existe internet y lo que no se puede enviar por acá lo hace el correo con personas que trabajan en él. Lo único que hacen las muy molestas es cagarse en todos nosotros y para eso ya tenemos el sistema capitalista reinando en el mundo. Vamos muchachos, hemos eliminado muchas otras especies que no nos jodían para nada ¿Por qué no le hacemos un bien y eliminamos de una vez a las palomas de mierda? O al menos libérenme de las muy hijas de puta que se posan en mi ventana, se chocan contra ella, me cagan las rejas del balcón y hacen ruido que no me deja dormir la siesta (que dicho sea de paso, es la hora en la que verdaderamente duermo).

domingo, 22 de septiembre de 2013

Sound of noise (Sonido del ruido)

¿Yo teniendo la caradurez de hablar de una producción audiovisual? Si, el submundo, el virtual, es una planta generosa que a todos ha de alimentar con sus frutos. Obvio, están quienes logran hacer un manjar más que apetecible con el mismo ingrediente con el que otros, quizá más semejantes a mi, logramos simplemente sobrevivir al comerlo cual nos los da la madre naturaleza (los más sabios, por su parte, deciden retener el hambre y plantan el fruto obteniendo así su propio árbol. Pero ese es otro tema); descuiden, aun no me voy a tomar el atrevimiento de creer que realmente sé del séptimo arte. No señor, en esta ocasión, tomare este medio comunicacional y/o de entretenimiento pero sin alejarme de algo, y perdón si peco en soberbia, de lo que tengo bastante más conocimiento. Algo como la música. Bah, música... Música siempre y cuando se tenga mente abierta que esté dispuesta a romper con las dogmas establecidas por la sociedad. Música sólo para quienes están dispuestos a olvidar la instrumentación cotidiana que viste las melodías y observarla deslizándose tan anárquicamente desnuda por la ciudad. Música si uno pretende imaginar. Música. Si!

Un metrónomo, seis percucionistas dispuestos a dar un concierto un tanto diferente y un policía que les sigue el paso por considerar como acto vandálico lo que los músicos hacen (cosa cierta, aunque eso no creo que tenga que tomarse tan en cuenta habiendo tantas otros detalles más rescatables dentro del film) brindan una historia que oscila entre lo cómico, lo surreal y lo romántico. El oficial, Amadeus Warnerbring, proveniente de una familia entera de respetados músicos carece, paradógicamente, una extraña enfermedad que lo hace intolerante a la música intenta, como bien se explico anteriormente, capturar a un sexteto de músicos rebeldes que planean realizar una obra conceptual por toda la ciudad dividiéndola en cuatro partes mientras se va enamorando, en una especie de síndrome de Estocolmo, de la única mujer del grupo.

Pero si mi discurso no los convence, entonces temo que me veré obligado a dejar un corto que realizan los mismos protagonistas en el que se los ve irrumpiendo clandestinamente a un departamento para hacer música más que interesante con los objetos cotidianos que puedan encontrarse en la cocina, habitación, baño y comedor de cualquier casa.



Así que enciendan los parlantes, pónganlos, como se dice por estos lares, al palo y disfruten de esta obra donde el sonido, el ruido y el silencio danzan tan juntos como Maru Botana, las ecografías y las salas de parto.

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viernes, 20 de septiembre de 2013

Fahrenheit 451 . Ray Bradbury

¿Notaron que existen preguntas que parecieran estúpidas y simples pero, como han de suponer, no lo son? Un ejemplo es preguntarse: ¿Qué es un libro? risueña interrogación. Pareciera tan tonto responder tal pregunta; pero cuando la carcajada cesa y se empieza a tomar en serio la cuestión uno nota que la respuesta, o debería decir las respuestas, tienen matices tan variadas y complejas como libros existen. Desde la literal, donde un manojo de hojas plegadas son cocidas entre si y pegadas a una cubierta que, normalmente, posee un gramaje superior al de la hoja utilizada para el texto y cuenta con una tapa (donde yace el nombre del libro junto con el de su autor y alguna imagen, fotografía, dibujo, colage, etc). un lomo y una contratapa que suele contener un sinopsis, cita o incluso una biografía; pasando por la costumbrista, gastada pero no menos verídica idea de que los libros son portadores de ideas y conocimientos que quedan grabados para la posteridad; hasta llegar a una abstracción donde palabras sueltas, como llamaradas, encienden un sentimiento que no pretende tener un significado preciso sino mas bien dejan a libre interpretación el don de su arte.

Y si hablamos de libros, si hablamos de encender no puede, bajo ningún punto de vista, obviarse  la existencia de una obra maestra realizada en los Estados Unidos cuando corría el año 1953. Si creen paradójico que un bombero produzca incendios en lugar de apagarloses y lo ven cual realidad inverosímil entonces deberían de comprender la inspiración del buen Ray, Ray Bradbury a la hora de escribir la novela. Bien se conoce a la patria donde este vive como el país de la libertad pero esa, mi buen amigo, es sólo una cortina, ya deberías saberlo bien. Las contradicciones yanquis no son algo nuevo. En la década del 50' un funcionario público se encargó de denunciar a muchos periodistas, políticos y militares como traidores y supuestos ayudantes del gobierno Soviético (URSS) quienes conspiraban, bajo un manto rojo comunista contra la patria y su excelentísima libertad. McCarthy libera entonces una caza de brujas donde la libertad de pensamiento y/o expresión era un derecho denegado.

Pero la prohibición hace al hombre y es aquí donde nace una historia. Montag, un bombero fiel a las ideas propuestas por el gobierno, cae en la tentación después de conocer a una joven y decide rebelarse ante el sistema que él mismo defendía de manera acérrima y comienza a leer libros, algo prohibido por el estado, y es aquí donde una tormenta de ideas se disparan dentro de la cabeza de uno cayendo inevitablemente en reflexiones constantes que confunden el mundo real con el mundo ficticio que nos proporciona el autor.

Al margen debo admitir que me fascina que uno de los personajes principales de la obra, Clarisse, aparezca tan poco y desaparezca tan pronto. No sé, me parece algo diferente y encantador.

Y si les interesa saber, 451 es la temperatura a la que se quema el papel en grados Fahrenheit (F). Hablando de todo esto... ¿a cuántos grados fahrenheit se rostisaría tu cuerpo rojizo?

lunes, 9 de septiembre de 2013

Mitos urbanos. Hoy: Las leyes de Murphy

Te colgás todo el domingo durmiendo y viendo fútbol y llegada la noche notás que no tenes nada para comer y no te alcanza para pedir una pizza. El almacén de abajo, cerrado. El chino de la vuelta, cerrado. El tranza de la esquina, también cerrado. Todo mal. Así que te aventuras en pos de la supervivencia y caminás esas eternas diez cuadras hacia el hipermercado mas cercano. Procurás apurar el paso para, al menos, tener la satisfacción de llegar antes de las 21hs. y poder comprar un par de birras. Agarrás un changuito y te apresurás metiendo en él cualquier cosa. Tampoco tenés muchas ganas de cocinar, es domingo. Llegás a la cola y notás que no sos el único forro que deja todo para último momento. Mirás el reloj, son 20.48hs. Hay que actuar de manera adecuada para poder escoger la cola más apropiada y llegar a la caja antes de las 21hs así podés comprar las cervezas. Te ponés en esa, la hilera con menos gente, donde cada individuo no porta demasiadas cosas, por lo que se supone, si el mundo fuese justo, sería la hilera más rápida. Pero para tu sorpresa comenzás a notar como la ringlera de tu izquierda, la que parecía eterna e inapropiada, avanza tan rápido que aquel sujeto que se posó en ella al mismo tiempo que vos te colocaste en la tuya ya está guardando la mercadería en su hermosa Surán roja y empezás a notar que la vida se empecina contra vos que es más fácil que darte cuenta que en realidad sos un pelotudo que deja todo para último momento. Lo pensás por unos segundos, ya no quedan muchos minutos (sólo cuatro) y decidís cambiarte a la caja rápida que oh casualidad se vuelve lenta ni bien posas las ruedas de tu chango en ella.

Volvés a casa caliente, sin birra fría. No queda más que alegrarse viendo el programa de Fantino e irse a dormir pensando en que mañana será otro día. Te despertás, caés en la cuenta de que ese día es lunes. Nada está saliendo bien. Y para colmo te engolosinás con la cama, como si esos cinco minutos pudieras saciar la sed de 3,569 horas de sueño que necesitás para dibujar una sonrisa en el primer día de semana, ese al que todo aquel que se jacte de estar vivo (o de ser un ser útil para la sociedad) odia. Pero claro, como cuando uno coloca una pieza de dominó tras otra y da un pequeño golpecillo a la primera desatando así una cadena en la que una tras una las piezas van derribando a quién la prosigue, el levantarse cinco minutos más tarde no hace otra cosa que hacer que salgas cinco minutos más tarde de casa y estés apurado y atrasado para llegar al trabajo. Y justo hoy vienen a inspeccionar el compromiso, la puntualidad y la capacidad de los trabajadores (y sabés que sólo la puntualidad te sostiene en él). El colectivo de las 7.21hs que siempre esperás ya pasó y no sabés muy bien el horario en el que pasa el siguiente. Algo así como diez minutos, y cuando decidís que ya fue, que te tenes que calmar y prendés un pucho. Una pitada y lo ves. Doblando en la esquina el 542 se acerca y con mala cara decidís tirar el pucho. Que desgracia! el colectivo estaba lleno y no te paró. Malditas e inevitables leyes de Murphy!!

No es un astrónomo, ni un astrólogo, tampoco un psicólogo, biólogo o politólogo. No se trata de un sociólogo, un atropólogo o un filósofo. No hablamos de un anestesiólogo, cardiólogo, dermatólogo, endocrinólogo, gastroenterólogo, ginecólogo, nefrólogo, oftalmólogo, oncólogo, proctólogo, traumatólogo, abogado, ni, ninguna clase de doctor. No se dedicó a albañilería, la plomería, la carpintería ni a atender un maxikiosco de esos que abren todo el año. Murphy (no necesariamente Eddie, el actor hollywoodense) es un cínico (por no decir que es un reverendo hijo de puta) que juega con nosotros. Por que ciertamente si él no existiera junto a sus leyes, que a diferencia de otras leyes como las de Newton o de Mendel tienen un carácter azaroso, nosotros, hoy en día, seguramente no seríamos tan pesimistas. Porque las leyes de Murphy la única verdad que nos muestra es la de nuestra negatividad. La de ver el vaso medio vacío. O acaso alguno de ustedes puede recordar en cuántas ocasiones el colectivo llegó justo cuando ustedes llegaron a la parada, o cuando una fila de supermercado que eligieron, aun siendo esta la mas larga, avanzó más rápida que las demás.

Las leyes de Murphy, son esas leyes que uno se cree para no querer notar lo boludo que uno es, o lo no positivo que nuestra sociedad se muestra ante los obstáculos cotidianos. Digale no al pesimismo. Digale no a los lunes!