domingo, 22 de septiembre de 2013

Sound of noise (Sonido del ruido)

¿Yo teniendo la caradurez de hablar de una producción audiovisual? Si, el submundo, el virtual, es una planta generosa que a todos ha de alimentar con sus frutos. Obvio, están quienes logran hacer un manjar más que apetecible con el mismo ingrediente con el que otros, quizá más semejantes a mi, logramos simplemente sobrevivir al comerlo cual nos los da la madre naturaleza (los más sabios, por su parte, deciden retener el hambre y plantan el fruto obteniendo así su propio árbol. Pero ese es otro tema); descuiden, aun no me voy a tomar el atrevimiento de creer que realmente sé del séptimo arte. No señor, en esta ocasión, tomare este medio comunicacional y/o de entretenimiento pero sin alejarme de algo, y perdón si peco en soberbia, de lo que tengo bastante más conocimiento. Algo como la música. Bah, música... Música siempre y cuando se tenga mente abierta que esté dispuesta a romper con las dogmas establecidas por la sociedad. Música sólo para quienes están dispuestos a olvidar la instrumentación cotidiana que viste las melodías y observarla deslizándose tan anárquicamente desnuda por la ciudad. Música si uno pretende imaginar. Música. Si!

Un metrónomo, seis percucionistas dispuestos a dar un concierto un tanto diferente y un policía que les sigue el paso por considerar como acto vandálico lo que los músicos hacen (cosa cierta, aunque eso no creo que tenga que tomarse tan en cuenta habiendo tantas otros detalles más rescatables dentro del film) brindan una historia que oscila entre lo cómico, lo surreal y lo romántico. El oficial, Amadeus Warnerbring, proveniente de una familia entera de respetados músicos carece, paradógicamente, una extraña enfermedad que lo hace intolerante a la música intenta, como bien se explico anteriormente, capturar a un sexteto de músicos rebeldes que planean realizar una obra conceptual por toda la ciudad dividiéndola en cuatro partes mientras se va enamorando, en una especie de síndrome de Estocolmo, de la única mujer del grupo.

Pero si mi discurso no los convence, entonces temo que me veré obligado a dejar un corto que realizan los mismos protagonistas en el que se los ve irrumpiendo clandestinamente a un departamento para hacer música más que interesante con los objetos cotidianos que puedan encontrarse en la cocina, habitación, baño y comedor de cualquier casa.



Así que enciendan los parlantes, pónganlos, como se dice por estos lares, al palo y disfruten de esta obra donde el sonido, el ruido y el silencio danzan tan juntos como Maru Botana, las ecografías y las salas de parto.

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