Te colgás todo el domingo durmiendo y viendo fútbol y llegada la noche notás que no tenes nada para comer y no te alcanza para pedir una pizza. El almacén de abajo, cerrado. El chino de la vuelta, cerrado. El tranza de la esquina, también cerrado. Todo mal. Así que te aventuras en pos de la supervivencia y caminás esas eternas diez cuadras hacia el hipermercado mas cercano. Procurás apurar el paso para, al menos, tener la satisfacción de llegar antes de las 21hs. y poder comprar un par de birras. Agarrás un changuito y te apresurás metiendo en él cualquier cosa. Tampoco tenés muchas ganas de cocinar, es domingo. Llegás a la cola y notás que no sos el único forro que deja todo para último momento. Mirás el reloj, son 20.48hs. Hay que actuar de manera adecuada para poder escoger la cola más apropiada y llegar a la caja antes de las 21hs así podés comprar las cervezas. Te ponés en esa, la hilera con menos gente, donde cada individuo no porta demasiadas cosas, por lo que se supone, si el mundo fuese justo, sería la hilera más rápida. Pero para tu sorpresa comenzás a notar como la ringlera de tu izquierda, la que parecía eterna e inapropiada, avanza tan rápido que aquel sujeto que se posó en ella al mismo tiempo que vos te colocaste en la tuya ya está guardando la mercadería en su hermosa Surán roja y empezás a notar que la vida se empecina contra vos que es más fácil que darte cuenta que en realidad sos un pelotudo que deja todo para último momento. Lo pensás por unos segundos, ya no quedan muchos minutos (sólo cuatro) y decidís cambiarte a la caja rápida que oh casualidad se vuelve lenta ni bien posas las ruedas de tu chango en ella.
Volvés a casa caliente, sin birra fría. No queda más que alegrarse viendo el programa de Fantino e irse a dormir pensando en que mañana será otro día. Te despertás, caés en la cuenta de que ese día es lunes. Nada está saliendo bien. Y para colmo te engolosinás con la cama, como si esos cinco minutos pudieras saciar la sed de 3,569 horas de sueño que necesitás para dibujar una sonrisa en el primer día de semana, ese al que todo aquel que se jacte de estar vivo (o de ser un ser útil para la sociedad) odia. Pero claro, como cuando uno coloca una pieza de dominó tras otra y da un pequeño golpecillo a la primera desatando así una cadena en la que una tras una las piezas van derribando a quién la prosigue, el levantarse cinco minutos más tarde no hace otra cosa que hacer que salgas cinco minutos más tarde de casa y estés apurado y atrasado para llegar al trabajo. Y justo hoy vienen a inspeccionar el compromiso, la puntualidad y la capacidad de los trabajadores (y sabés que sólo la puntualidad te sostiene en él). El colectivo de las 7.21hs que siempre esperás ya pasó y no sabés muy bien el horario en el que pasa el siguiente. Algo así como diez minutos, y cuando decidís que ya fue, que te tenes que calmar y prendés un pucho. Una pitada y lo ves. Doblando en la esquina el 542 se acerca y con mala cara decidís tirar el pucho. Que desgracia! el colectivo estaba lleno y no te paró. Malditas e inevitables leyes de Murphy!!
No es un astrónomo, ni un astrólogo, tampoco un psicólogo, biólogo o politólogo. No se trata de un sociólogo, un atropólogo o un filósofo. No hablamos de un anestesiólogo, cardiólogo, dermatólogo, endocrinólogo, gastroenterólogo, ginecólogo, nefrólogo, oftalmólogo, oncólogo, proctólogo, traumatólogo, abogado, ni, ninguna clase de doctor. No se dedicó a albañilería, la plomería, la carpintería ni a atender un maxikiosco de esos que abren todo el año. Murphy (no necesariamente Eddie, el actor hollywoodense) es un cínico (por no decir que es un reverendo hijo de puta) que juega con nosotros. Por que ciertamente si él no existiera junto a sus leyes, que a diferencia de otras leyes como las de Newton o de Mendel tienen un carácter azaroso, nosotros, hoy en día, seguramente no seríamos tan pesimistas. Porque las leyes de Murphy la única verdad que nos muestra es la de nuestra negatividad. La de ver el vaso medio vacío. O acaso alguno de ustedes puede recordar en cuántas ocasiones el colectivo llegó justo cuando ustedes llegaron a la parada, o cuando una fila de supermercado que eligieron, aun siendo esta la mas larga, avanzó más rápida que las demás.
Las leyes de Murphy, son esas leyes que uno se cree para no querer notar lo boludo que uno es, o lo no positivo que nuestra sociedad se muestra ante los obstáculos cotidianos. Digale no al pesimismo. Digale no a los lunes!
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