viernes, 19 de julio de 2013

Mitos urbano. Hoy: El cuento del tío.

Había una vez una niña que vivía con su familia en una casa en medio del bosque pero un día...

No muchachos, eso no es el cuento del tío. El cuento del tío es aquel timo donde una victima (¿sobrino? no sé, pero pelotudo seguro) es estafada, robado, hurtado, engañado y demás por un vil charlatán, un cachafaz (me siento tan viejo a veces), un sujeto capaz de venderle humo al mismísimo Caruso Lombardi, si es que entienden a lo que me refiero. Un sujeto apto y preparado para correr tan rápido por la calle florida en hora pico esquivando gente con 80 de mis últimos 100 pesos (gracias a dios tenía cambio!) sin que yo me diera cuenta de que la caja del producto que me vendió era un manojo de preservativos (condones, si es que son más refinados) usados. Pero ojo, como yo no me quiero dar por vencido, ni que me vean la tremenda cara de pelotudo que tengo, lavo los forros y los uso (ah bueno, ven que al final son re finolis ¿tanto porque dije forro?)

El cuento del tío es algo tan cotidiano en la vida de los porteños y/o bonaerenses que el aventajador ya tiene sindicato, obra social, está en blanco, disfruta de vacaciones y aporta para su jubilación. Es algo tan común que conoce a los muchachos del barrio que laburan a diario con él sin recibir denuncias de estos (nunca confíe en su kioquero, los muy forros ni siquiera saben donde paran los bondis que ven a diario. Y hablando de diario, los diarieros si son tipos de fiar, pasa que tienen el negocio apuntando a otro lado y no ven a estos mal vivientes haciendo sus fechorías. Bueno, hoy en día con lo que ha sucedido no hace falta aclarar que no se puede confiar en los porteros ¿no?). El cuento del tío es un negocio tan grande que incluso cada 2 años nos hace quedar como idiotas en eso que suelen llamar elecciones gubernamentales.

Pero no nos dejemos engañar, hay que acabar con este mal de una vez por todas. Hay que extirpar el cáncer del ventajero de la sociedad argentina hasta poder ser hombres de bien, solidarios, humildes y con ansias de trabajar para poder progresar, unos al lado de otros, todos empujando para el mismo lado (procuremos que no sea para el lado del río, de ser así vamos a terminar muriendo ahogados). Pero para ello no hay mejor forma que no caer en sus trampas, sin pelotudos no hay cuento del tío. Por eso dejo un par de tips para no caer en sus fraudes (una vez más).

1. No hable con ningún extraño. Y si tiene alzheimer intente recordar no hablar con nadie!
2. No compre cosas que le vende un sujeto trajeado que trabaja en la calle El agua y el aceite no se mezclan.
3. Lleve siempre una pesa en su bolsillo, normalmente estos soretes venden perfumes y un perfume suele pesar entre 386 y 874 gramos (los papeles y/o forros solo llegan a 265 dependiendo de lo cargado y o usados que estén)
4. Suelen ser muy rápidos por lo cual no debe perder de vista ninguno de los movimientos de estos sujetos mucho menos si se va corriendo con su dinero.
5. El inspector de billeteras tiene que tener certificado!
6. Y principalmente, si es usted un boludo importante hágase un favor y no salga de su casa, la vida no lo necesita tanto como usted cree!

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